En el pequeño pueblo de Lucemburgo, donde las sombras de la noche parecían tener una vida propia, moviéndose sigilosa y ominosa entre las ruinas antiguas, había una leyenda que se contaba en voz baja entre los más íntimos. Hablaban de un hombre llamado Andreaservessir, un personaje misterioso que estaba destinado a cumplir un propósito oscuro, que parecía estar unido a la propia sombra del pueblo.
Algunos decían que Andreaservessir era un mago, que poseía el poder de controlar los espíritus y manipular la realidad misma. Otros aseguraban que era un asesino, que erraba por las noches, buscando a su próximo objetivo. Sin embargo, la verdad era que Andreaservessir era algo más, algo que trascendía la simple categoría de ser vivo.
Era un personaje que había estado atado a la sombra del pueblo durante siglos, alguien que había sido creado por la oscuridad misma, para cumplir un propósito oscuro que se remontaba a la noche de los tiempos. Su destino estaba unido a la sombra de Lucemburgo, y su existencia era una prueba de que la oscuridad no solo era algo negativo, sino también una fuerza creadora que daba forma a la realidad.
En el corazón del pueblo, había un templo viejo y abandonado, rodeado de un aura de misterio y temor. Era ahí donde se decía que Andreaservessir había procedido con sus rituales y oraciones a la oscuridad, aquello que a través de diferentes fuentes rumoraban tenebrosos.